Uno no entiende las cosas
que se van sucediendo
a lo largo y ancho de los días.
Intenta uno descifrar
los jeroglíficos del aire,
saber del futuro por el vuelo de un pájaro,
ordenar el puzle sin fin
sin que el resultado sea la quimera.
En vano: el enorme rastrillo
alisa las historias.
Por eso uno reclama una voz que hiera el oído,
que lo haga emerger de los oscuros misterios
que nadie logra revelar
y poder embarcarse en la góndola del tiempo
navegando entre los peces muertos de toda desolación.
Pasan las nubes, pasa la vida a orillas del río
que uno en sueños cruza sin temor ni temblor,
bajo soles y estrellas
de una memoria que se precipita,
y, cuando uno despierta,
el viento silba lleno de asombro,
las veletas oxidadas chirrían
girando sin norte en el vacío de su espacio,
y uno
se da cuenta de que ha de volver sobre sus huellas
para ver
cómo el último sol anaranjado
se hunde con todas las cosas de uno
y con uno mismo.
Orlando Santana Cabrera
No conocía a este poeta y ha sido una agradable sorpresa descubrirlo viniendo de ti. Todos llegamos a sentirnos así en algún momento de la vida. Es cuestión de tiempo. Y es justamente ese tiempo el que hace la vida más intensa, necesariamente intensa.
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